lunes, 11 de abril de 2011

La naturaleza del asunto

La política en el Perú es uno de los temas menos hablados en varios círculos sociales. Incluso en lugares donde la gente comparte tiempo y espacio pero no necesariamente gustos, las reglas siempre son "aquí no hablamos ni de religión ni de política". La religión es muy parecida a la política excepto que se vive todos los días por los fanáticos. Ahora veremos por qué la política es un tema tan complicado y conflictivo desde el punto de vista de una persona normal (osea, yo).


Al hablar de política, no hablamos exactamente de la teoría, hablamos de perspectivas. Es normal que la gente tenga opiniones diferentes porque así ha sido la vida y así será siempre, pero hay cosas más trascendentales que otras donde estas formas de pensar son importantes para quienes las expresan.

Cuando hablamos de cosas como el futbol o música, la gente siempre conversa y/o discute. Pero luego de un par de chelitas, o entre risa y risa, se olvidan esas rivalidades totalmente intransigentes porque hablar de quién es mejor en ese tipo de cosas es superfluo para nuestras vidas. Hay gente que sigue siendo hincha de equipos que no ganan ni un partido, mientras que hay fans de grupos donde todos los integrantes se convirtieron en una desgracia, y decirles que dejen de creer en ellos no los convertirá en nuestros enemigos. Pero... si tú le dices a una persona que deje de creer en un candidato o un partido político... es posible que sí.

Resulta que la política no es un tema de gustos, ahora es una forma de pensar, es una mentalidad que nos asocia a alguien con quien nos sentimos identificados a un nivel mucho más "profundo" y difícil de explicar. Decirle a una persona que abandone una mentalidad es como pedirle que deje de lado una parte de su ser, algo que obviamente nadie en el mundo con suficiente convicción quiere hacer. Debatir sobre política podría sacar lo peor de cada persona, o lo que podemos llamar "una naturaleza oculta" o "desconocida"o, por eso debe tratarse con cuidado, no solo sobre lo que uno dice sino también con quién lo dice. Estas conversaciones pueden convertir a los amigos en enemigos o a los familiares en desconocidos, y podría causarse un daño que varios justifican como "son puntos de vista, pero te sigo estimando"

Este tema es bastante delicado porque las reacciones varían mucho según el entorno en el que uno está, y lo peor es cuando descubrimos una naturaleza totalmente diferente en las personas que creíamos conocer. Al final, la gente civilizada ataca duro y se ríe o bromea con la intensión de "suavizar el golpe". Otros simplemente se creen dueños de la verdad y empiezan a repartir justicia verbal (o escrita) a todos los que puedan escuchar (o leer).

Meses atrás, cuando las elecciones estaban frías aún, nadie hablaba mucho de este tema. Solo sabíamos que algunos apoyaban a ciertos candidatos o partidos políticos, pero nadie cuestionaba a nadie porque había tiempo para "cambiar de opinión". Cuando se fue acercando la fecha de votación, los números ya eran un poco más sólidos y el país empezó a sufrir una mutación conocida por muchos: "el fervor político"... Aunque yo lo llamo fanatismo, pero bueno, igual da, la gente se raya por apoyar a su favorito.

El fervor político es lo que lleva a las personas a romper las barreras de lo apropiado y excesivo, y empiezan las sorpresas por todas partes. Desde gente que insulta a los demás, hasta personas que nos hostigan con propaganda sobre su candidato favorito. Todo esto siempre ocurre cuando ya es demasiado tarde para cambiar el destino de las elecciones. El propósito de este despelote es justamente el esfuerzo final por convencer a los demás que están equivocados y que la mentalidad que ellos profesan es la adecuada. Y, como lo dije antes, la gente no reacciona bien cuando les dicen eso, dando así inicio a la guerra.

Pero como en toda guerra, siempre hay consecuencias. Cuando se acerca el final, la gente aún tiene "excedentes" de fanatismo, y los resultados son los que determinarán si ese excedente se convierte en energías positivas o negativas. Si gana el que queremos, empieza la fiesta y alegría, celebración por aquí y por allá, el mundo es feliz porque ganó "el más indicado"... Pero si no ganamos?

Anticipando lo peor, empieza la liberación de ira a quien esté cerca, responsabilizamos y culpamos a los que no hicieron lo que debieron (elegir al "indicado"), tazamos de ignorantes a los que no piensan igual que nosotros y condenamos al país a un futuro de dolor y sufrimiento. La negatividad al máximo. Poco después viene la etapa de aceptación, donde todo el daño causado por ellos es irreversible pero la gente busca una pisca de redención intentando decir "bueno, ya nos frustramos, pero también hay que entender que no siempre se gana, insultarnos no cambiará nada". Otros canalizan su ira para decirles a los demás que dejen de portarse como animales (aunque quien lo diga haya sido y siga siendo un completo animal) y empiecen a portarse como personas responsables por el destino del país. Ya que la mayoría de gente que no ganó se encuentra en un estado de estupor, algunos ven a estos descarados como "reveladores de la verdad" mientras que otros dicen "hay que ser bien conchudo para decir algo así luego de todos tus agravios". Por lo general esto ocurre cuando una figura nacional respetada dice "las cosas son así, no como ustedes dicen" y todos los corderitos empiezan a actuar igual. Al menos la locura va en descenso.

Es aquí cuando la gente está demasiado agotada como para hablar de política y seguir atacándose y el nuevo tema de conversación es "el triste destino del país". También existen los malos ganadores que le refriegan el hecho en la cara a los perdedores y solo pueden atinar a decir "a ver, celebra ahora pues!" mientras ven con orgullo a su candidato en el cargo más alto del país.

Al final, no importa quien gane, el tiempo pasa, la vida continúa, y nuestros presidentes seguirán engañándonos. A pesar de haber pasado más de 30 años de secretos y mentiras (aunque sinceramente, siempre ha sido así), la gente seguirá pensando que algún día aparecerá quien nos gobierne con lealtad y sinceridad mientras votan por alguien que "no nos perjudicará tanto como el anterior".

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