jueves, 26 de mayo de 2011

Al menos una oportunidad

La idea de esta entrada proviene de un frasco con azúcar... Sí, un frasco.... con azúcar.


Estaba preparándome mi lonche (fiel a la leche caliente con cocoa y sus dos pancracios con mantequilla; dicen que la leche caliente ayuda a dormir) cuando me puse a pensar en qué marca de azúcar habrá sido la que compraron esta vez. Yo, que me juro "fino", trato de comprar blanca embolsada de una marca conocida, pero la gente más práctica compra lo que sea con tal que venga un kilo y sea azúcar. Entonces vislumbré la compra de este producto e imaginé por lo menos 4 posibilidades en las que el azúcar que compraron no era exactamente la que yo habría elegido. Aquí viene una cascada de recuerdos y un poco de sentimiento de culpa.

Vinculando memorias, recordé aquella vez, hace no mucho, cuando mi madre escogió una bolsa de leche fresca de una marca totaaalmente desconocida para mí. La bolsa era completamente blanca y el nombre y logo solo eran siluetas de color azul o negro que se repetían interminablemente sobre el empaque. Mi primera reacción (citada textualmente) fue: "Má'? Má'... qué-- qué estás comprando??? Compra leche de verdad, quieres???". Sé lo que están pensando: "háblale bonito a tu madre oe, qué te pasa". Lo sé, intenté ser gracioso, sarcástico y la vez incisivo... pero parece que esto último siempre opaca lo demás. Mi mamá puso cara entre risa y duda y me dijo "pero... qué... no? nunca has probado?", a lo que contesté "no probaría una leche que viene en una bolsa así". Acá viene el hachazo: mi madre, con algo de pena, regresa la bolsa a su sitio y dice "esta era una marca de leche que tomaba hace años... era bien rica".

Sí, hasta ahora me sigo sintiendo la peor basura del mundo. Por eso escribo esta entrada, para que quienes me lean tengan una alternativa más agradable cuando una situación así se presente y puedan estar tranquilos y hacer felices a los demás.

Lo explicaré.

En la vida se van dando muchas cosas que van formando nuestro carácter y lo que también conocemos como nuestras "zonas de comodidad o confort", es decir, lo que nos rodea y que nosotros permitimos o nos parece aceptable y cómodo. Te das cuenta claramente cuáles son tus zonas de confort cuando alguien te propone algo diferente y con flojera total dices "en serio...? pero por qué no...". Otra reacción es negarlo con cara de poco convencimiento. Al final siempre sugeriremos algo mejor "por X motivos. Esos "X MOTIVOS" son nuestra zona de confort.

Lo que pasó con mi madre fue (al igual que con el azúcar) que mi complejo de "fino" me llevo a rechazar esa leche por el empaque sin siquiera probarla o saber por qué la quería comprar. Estoy 180% CONVENCIDO que herí los sentimientos o los recuerdos de mi mamá al hablarle así y pedirle que sacara otra cosa. Mientras tomaba mi lonche, recordaba todo eso y mi leche tuvo un sabor amargo. Parece que la conciencia también puede saborizar los alimentos. Me pregunté si la leche que rechacé de verdad era rica. Si mi madre la tomaba hace tiempo, tal vez yo también la debo haber tomado y ni me acuerdo...

Muchas personas pretenden enseñarnos o introducirnos a algo que a ellos les gusta, pero a nosotros no nos agrada o satisface por el simple hecho de no saber qué es. Rechazar rotundamente eso destruye por completo la ilusión de compartir. A veces sería bueno pensar en la otra persona antes de negarse sin meditarlo. Obviamente estoy hablando de gente cercana a la que le tenemos cierto tipo de afecto: mientras más grande el afecto, más grande la desilusión que podríamos causar. Darle una oportunidad a algo no significa "aceptarlo para siempre", podemos permitirlo como quien dice "para darle gusto". Créanme que con eso basta.

Lo que intento decir es que todo (y hasta cierto punto la gente también) en esta vida merece una oportunidad, no solo por nosotros, sino por la personas que nos rodean. Además, tal vez esa leche estaba buena y encima económica (iba a poner "barata" pero recordé una sugerencia) y por cerrarme seguiré comprando "fino" tirándome mi plata con miedo a probar algo nuevo o diferente. Podríamos estar dejando escapar oportunidades irrepetibles, solo que uno nunca lo sabrá... pero como dice el dicho: "la ignorancia es felicidad".

Podemos hacernos los locos y desperdiciar oportunidades sin saber, pero creo que preferiría jugármela y ver qué cosas nuevas y buenas se pueden descubrir.

1 Comment:

Anónimo said...

Al crecer vamos aprendiendo a no llorar sobre la leche derramada, porque ya no sirve de nada. En el camino también aprendemos a no derramarla.